Subo los recuerdos de Marisa de esta otra forma para aquéllas que no sepan muy bien cómo navegar por el blog. Creo que así veis con más facilidad lo que hay escrito en él. Pinchad donde se os ponga una manita. Y ahora os dejo con las nuevas historias de Marisa Periáñez.
AL FIN, “LA CITY”
El último de mis recuerdos en “La Paz” es una formación de niñas dispuestas de cinco en fondo ante lo que podría ser el fin de curso, y, o sor Antonia había bebido o yo divago sobre el recuerdo de algo que nunca ocurrió, de pronto me vi recogiendo una banda y un premio en metálico de 100 pesetas (espero que no fuera por los viajes a la cripta durante mi estancia allí), sea como fuere después de eso mi cerebro no recoge ninguna otra instantánea así que ese debió ser mi final en aquella “lóbrega” institución.
Más tarde recuerdo autocares llenos de niñas entrando en lo que me pareció un lugar fuera de todo lo anteriormente conocido. Una cabina con un guardia de barrera te saludaba a la entrada de una enorme explanada que conducía a la derecha a un edificio de cemento gris con modernos grabados sobre la piedra y que se asentaba majestuoso sobre multitud de ventanas con vidrios de colores, (la iglesia), y a sus pies un estanque de nenúfares con pequeños chorritos de agua cantaba mientras los vivos colores de las flores nos maravillaban. No sé si lo recordáis pero inicialmente allí habo peces de color dorado, rojo y amarillo.
A la izquierda se situaban los aparcamientos cubiertos y al frente, unos escalones de granito porticados por columnas de hierro pintadas en marrón sostenían las puertas de cristal que daban acceso a un enorme y luminoso hall, tras el cual se adivinaba un mundo diferente a todo lo vivido anteriormente.
El día era esplendido y todas nos movíamos nerviosas de un lado a otro expectantes ante lo desconocido, el griterío infantil era ensordecedor, los ojos de todas iban y venían mientras las manos señalaban ¡ allí, mira!, ¡eso!, ¡ eso! ¿qué es eso?!, ¡fulana ven, mira!, y mientras una voz con autoridad intentaba controlar aquella algarabía, aquella masa de niñas absortas ante el brillo del futuro; ¡Formar aquí!, ¡formar aquí!, ¡de una en una!, ¡ahí no, aquí!, y un olor dulzón a pino y arizónica en el aire lo impregnaba todo mientras muchas risas infantiles se elevaban y el aire las transportaba lejos… imagino que no lo creeréis pero es desde aquel día que tengo una predilección especial por el sol de media tarde, porque aquel día un sol de media luz dorada resbalaba sobre todas nosotras y la escena parecía inmersa en un cuento de hadas, estáis fijas en mi retina y aún hoy, a pesar del mucho tiempo transcurrido os ven mis ojos en una escena intemporal moviéndoos como a cámara lenta mientras vuestros gritos y risas lo llena todo…. Congeladas así en aquel tiempo es como os mantengo a la mayoría en mi memoria…
Subo los recuerdos de Marisa de esta otra forma para aquéllas que no sepan muy bien cómo navegar por el blog.
ResponderEliminarCreo que así veis con más facilidad lo que hay escrito en él.
Pinchad donde se os ponga una manita.
Y ahora os dejo con las nuevas historias de Marisa Periáñez.
AL FIN, “LA CITY”
El último de mis recuerdos en “La Paz” es una formación de niñas dispuestas de cinco en fondo ante lo que podría ser el fin de curso, y, o sor Antonia había bebido o yo divago sobre el recuerdo de algo que nunca ocurrió, de pronto me vi recogiendo una banda y un premio en metálico de 100 pesetas (espero que no fuera por los viajes a la cripta durante mi estancia allí), sea como fuere después de eso mi cerebro no recoge ninguna otra instantánea así que ese debió ser mi final en aquella “lóbrega” institución.
Más tarde recuerdo autocares llenos de niñas entrando en lo que me pareció un lugar fuera de todo lo anteriormente conocido. Una cabina con un guardia de barrera te saludaba a la entrada de una enorme explanada que conducía a la derecha a un edificio de cemento gris con modernos grabados sobre la piedra y que se asentaba majestuoso sobre multitud de ventanas con vidrios de colores, (la iglesia), y a sus pies un estanque de nenúfares con pequeños chorritos de agua cantaba mientras los vivos colores de las flores nos maravillaban. No sé si lo recordáis pero inicialmente allí habo peces de color dorado, rojo y amarillo.
A la izquierda se situaban los aparcamientos cubiertos y al frente, unos escalones de granito porticados por columnas de hierro pintadas en marrón sostenían las puertas de cristal que daban acceso a un enorme y luminoso hall, tras el cual se adivinaba un mundo diferente a todo lo vivido anteriormente.
El día era esplendido y todas nos movíamos nerviosas de un lado a otro expectantes ante lo desconocido, el griterío infantil era ensordecedor, los ojos de todas iban y venían mientras las manos señalaban ¡ allí, mira!, ¡eso!, ¡ eso! ¿qué es eso?!, ¡fulana ven, mira!, y mientras una voz con autoridad intentaba controlar aquella algarabía, aquella masa de niñas absortas ante el brillo del futuro; ¡Formar aquí!, ¡formar aquí!, ¡de una en una!, ¡ahí no, aquí!, y un olor dulzón a pino y arizónica en el aire lo impregnaba todo mientras muchas risas infantiles se elevaban y el aire las transportaba lejos… imagino que no lo creeréis pero es desde aquel día que tengo una predilección especial por el sol de media tarde, porque aquel día un sol de media luz dorada resbalaba sobre todas nosotras y la escena parecía inmersa en un cuento de hadas, estáis fijas en mi retina y aún hoy, a pesar del mucho tiempo transcurrido os ven mis ojos en una escena intemporal moviéndoos como a cámara lenta mientras vuestros gritos y risas lo llena todo…. Congeladas así en aquel tiempo es como os mantengo a la mayoría en mi memoria…